Con la llegada de las vacaciones, se acaban las prisas. Es el momento de desconectar de muchas de las obligaciones, rutinas y quehaceres del día a día. Es época de descansar, relajarse, viajar, dedicar tiempo de calidad a la familia y recuperar aquellas aficiones olvidadas (leer, escribir, pintar…). ¿Cuáles son las tuyas?
Uno de los destinos más elegidos son las vacaciones en la playa, que aporta muchos beneficios para tu bienestar y belleza. Etimológicamente, la palabra talasoterapia proviene del griego: “thalasso” significa “mar” y “therapeia”, “tratamiento”. La simple brisa marina ayuda a eliminar la mucosidad y a respirar mejor. El sol nos da energía, mejora el estado de ánimo y refuerza el sistema inmunitario. Tomar el sol con moderación y con la protección necesaria facilita la síntesis de la vitamina D, esencial para la absorción del calcio, un elemento imprescindible para mantener la salud de los huesos. La piel bronceada incrementa nuestra autoestima y seguridad.
El agua del mar en sí misma es una fuente de salud. Un baño en las aguas marinas puede ser relajante. El movimiento de las olas y su presión favorecen la circulación sanguínea. El salitre, los minerales, los antioxidantes y demás nutrientes del agua oxigenan la piel, la hidratan y estimulan la regeneración celular. La arena de la playa ayuda a eliminar las células muertas y las impurezas de la piel, dejándola más tersa y suave.
Pero el sol y el calor son enemigos de las personas con dificultades de circulación sanguínea en las piernas (varices, sensación de piernas cansadas, hormigueos, retención de líquidos…). En tal caso, el tiempo templado o frío de la montaña te sentará mejor. Quizás las vacaciones en la montaña, lejos de los destinos turísticos masificados, contribuyen también a una mayor relajación y a dormir mejor. ¡Y no hay que olvidar el contacto con la naturaleza!: caminar descalzos sobre la hierba, bañarse en las frías aguas de los ríos, beber agua de las fuentes naturales… Una actividad tan sencilla como contemplar el paisaje en silencio durante unos minutos aporta paz a tu mente.
En vacaciones también tenemos más tiempo para practicar deporte: practicar el running a las horas que el sol da una tregua, hacer largos paseos y realizar senderismo, ir en bicicleta… Siempre es mejor priorizar aquellas actividades que se puedan hacer en familia: decidir qué excursiones realizar, planificar las rutas y convertir estas salidas en experiencias enriquecedoras gracias al contacto con la naturaleza y a la unión familiar.
Reconectar con uno mismo es igualmente importante. ¿Qué es lo que más te apetece hacer cuando tienes tiempo para ti? ¿Qué actividades te ha gustado recuperar? El reto es tomar conciencia de ello y, cuando regreses a tu día a día, alargar las vacaciones al máximo –durante todo el año, si te es posible–, reservándote un tiempo a la semana para esos hobbies, para lo que realmente te gusta. Habrás acabado con la sensación de que las vacaciones han sabido a poco, si eres capaz de lograrlo. ¿Aceptas el reto?